Enséñame, oh SEÑOR, tu camino; andaré en tu verdad; unifica mi corazón para que tema tu nombre. –Salmos 86:11
¿Para qué memorizamos la Palabra de Dios? Para poder honrarle (Salmo 19:11). Sin embargo, muchas veces el memorizarlas es una disciplina infructuosa debido a que equiparamos memorizar con aprender. Pudiéramos llenar nuestras mentes de Biblia; pero a menos que Dios haga algo con dicha palabra, ésta no nos ayudará. De hecho, en el año 2010, el Pew Research Center publicó los resultados de su encuesta afirmando, conforme a su muestra, que un ateo promedio conoce más la Biblia que uno que profesa ser cristiano.
Hay algo en nuestro pasaje que puede ser la clave para que veas progreso significativo al caminar con Cristo. Cuando Dios pone vida en un corazón, hace a la vez que su satifacción plena sea Cristo, y que el obedecerle sea su mayor gozo. Jesús pensó bien de sus discípulos aún cuando le fallaron y no velaron; “el Espíritu está dispuesto.”
El salmista, por su parte, desea ser fiel a Dios; pero sabe que sus mayores esfuerzos no resultarán en piedad. Sólo podrá agradarle si Dios ilumina su entendimiento y vivifica la Palabra en su corazón. “Enséñame” es el gemido de un corazón suplicante que desea hacer la voluntad de Dios. Y refuerza esta idea con la segunda frase: “unifica mi corazón para que tema tu nombre.” El sentido del salmista es que Dios le conceda pureza de corazón para poder entonces honrarlo. “El hombre no enseñado por el Espíritu Santo puede anhelar conocer un Ser moral, pero no tiene deseos de conocer un Ser espiritual” (John Hyatt)
Mi hermano, debes anhelar vivir para Cristo, aprecia Su palabra y esfuérzate en ponerla por obra; porque si tu vida no es impactada dramáticamente por ella, pondrás en entredicho el poder transformador del Evangelio, dejarás indefensa tu propia alma, y tu propósito en esta tierra no será cumplido (Mateo 5:13). “¿Qué ventaja tiene el carpintero en poseer una regla, si la echa a un lado y no la usa para medir o escuadrar? ¿En qué somos mejores al poseer la regla de la Palabra, si no hacemos uso de ella y no regulamos nuestras vidas por medio de ella?” (Thomas Watson).
Pero ¿Oras como el salmista para que Dios abra los ojos de tu entendimiento?
¿Le pides que Su palabra te capacite para comprender cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad de Su amor?
¿Clamas para que Sus testimonios te hagan conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que seas lleno hasta la medida de toda la plenitud de Dios? (Efesios 3:18-19).
Que el Salmo 86:11 se convierta en parte vital de tu vida de oración, y que experimentes el poder transformador de la palabra de Cristo.
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